SALUD MENTAL LÍQUIDA (2)

Continúo el post que inicie hace un par de semanas acerca de qué paradigma en relación a la salud mental para este momento social. Reviso mis notas y me doy cuenta de que tampoco este post será breve… (Ay!)

El ser humano en este tiempo líquido se siente mas seguro estando solo que conectado a lo social. El miedo inoculado como un virus que lo impregna todo se focaliza en torno a la presencia del Otro en el entorno: vivimos con miedo a ser robados, agredidos, invadidos… El miedo y las reacciones al mismo se convierten en principio rector de la convivencia, en el cemento de los muros que contienen y nos protegen del inmigrante, del extraño, del potencial agresor, del enemigo, del ladrón…

El individuo neoliberal, este «homo eligens» solo se moverá y expresara, en cierta medida, con aquellos a los que considere de su propia clase, con los que puede llegar a sentirse protegido.

Eva Illouz (Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo, Buenos Aires, Katz, 2007) subraya la aparición de una «nueva cultura de la afectividad «en la que las relaciones económicas han adquirido un carácter profundamente emocional y las relaciones íntimas se definen cada vez más por modelos económicos y políticos de negociación.

Illouz llama «capitalismo emocional» a este estado de cosas –que se apropia de los afectos hasta convertirlos en mercancías– para dar cuenta de la transformación producida en el nuevo estado de civilización al incorporar en las estructuras públicas la intimidad y en las relaciones íntimas un lugar central al modelo económico y político de negociación e intercambio.

Las psicoterapias, así como el concepto de salud mental, de alguna manera son productos del tiempo social en el que viven. En este sentido podemos afirmar que cada sociedad construye o colabora en la construcción de un modo de psicoterapia, con su correspondiente modelo antropológico subyacente, necesariamente ligadas ambos al paradigma social imperante.
En relación a ello, como hijo de su época, aparece a partir de la década neoliberal de los ’90, un nuevo discurso sobre la Salud Mental y un nuevo modelo organizativo. Según Ubieto (2011)

«Cierto crecimiento economico inicial permite desplegar nuevos dispositivos y nuevos programas que alimentan la idea de un individualismo triunfante que, a efectos operativos, se traduce en un «cada uno se basta en su casa» y en una fragmentacion de los servicios y de la atencion. La diferenciación de roles profesionales se acentúa y el sujeto se convierte en causa sui, él es agente y gestor de su problemática. Ahora el “asunto”, para los especialistas, radica en la competencia por la pluralización de los “tratamientos” y por la legitimación institucional que de ellos haga el estado gestor. Los indicadores atienden basicamente a la eficiencia y la eficacia. Estos significantes “económicos” sustituyen los caducos significantes “ideológicos” centrados entre el “bien” y el “estar” para todos.»

Todo este proceso tiene como base un paradigma individualista, que apoyado por las aportaciones del estudio de la neurología, es teñido por una mirada médica y profundamente biologicista.

Por otro lado, y mediante la aparición de nuevos psicofármacos y al amparo de la potente industria farmacéutica, este nuevo paradigma social va calando progresivamente también en la prestación de servicios tanto de salud mental, como sociosanitarios, de inclusión social…

De la misma manera, las psicoterapias surgidas en los años 50 como alternativas al modelo psicoanalítico y al conductista, y en respuesta a la rígida y esclerotizada estructura social previa a mayo del 68, ejemplarizaron el aldabonazo sociocultural hacia posiciones que superaran el paradigma de la modernidad «sólida» de principios del siglo XX. De ese modo, surgen en estos años nuevos modelos de trabajo que contextualizan las prácticas liberadoras y de facilitación de la expresión emocional frente a la rigidez de la estructura social, potenciando maniobras de fortalecimiento del individuo.

En ese momento, donde la mayor parte de las psicoterapias se van difundiendo, va calando en el imaginario social la idea de dignificar la capacidad de la vida real: el no del niño es sano, las emociones son normales, lo corporal y la sexualidad pueden vivirse sin desorden… De modo que algunos sociólogos comienzan a hablar de «sociedad narcisista» (Lasch, 1978) en tono a este momento del sentir social.
De los 70 a los años 90, sin embargo, se comienza a hablar de «sociedad tecnológica» (Spagnuolo, 2011) donde la tecnología se sitúa en el centro de la vida social. La generación surgida de estos años vive la presión de unos progenitores que deseaban que sus hijos e hijas fueran «dioses», pero sin el apoyo a su propios deseos y su búsqueda de ser alguien en el mundo.

De este modo, desarrollan una modalidad de relación borderline: ambivalente, insatisfecha, incapaz de separarse para encontrar su propia identidad, su propia fuerza. La búsqueda ya no es liberarse de la opresión sino más bien encontrarse a uno mismo. La necesidad básica del homo eligens baumaniano es la de encontrar la propia identidad.
De los 90 al momento actual los hijos e hijas de este momento borderline encontraron la ausencia de relaciones íntimas, constitutivas, en unos padres ambivalentes, ausentes en sus trabajos, sin sensación de enraizamiento, sin transmisión intergeneracional de valores, en nuevos espacios sociales multiculturales… que han provocado una mayor vivencia emocional líquida: incapaz de contener la excitación del encuentro con el otro, pero abierta a los flujos de información y comunicación de las redes sociales.

El niño o la niña que se encuentran dedicados a una tarea, no encuentran ningún progenitor en casa que contenga su excitación, que les recoja… pero si que pueden descargar ésta a través de un ordenador conectado a internet, de modo que tras no encontrar ninguna figura contenedora en el entorno, esta excitación se transforma en ansiedad.

La respuesta ante la ansiedad es la desensibilizacion con respecto a lo corporal. Se genera así una disociación de las propias necesidades, una desensibilizacion asociada a un importante nivel de ansiedad que es descargado en el entorno a través de diferentes respuestas como el uso de internet, las compras, la comida… y través de la agitación motriz (que sin duda está a la base del diagnóstico del TDAH…).

Esta dinámica describe, de modo genérico, un fondo experiencial sociocultural que creo que aporta una clave de significado a las figuras psicopatologicas que aparecen en la relación, y que vamos viendo en nuestro quehacer cotidiano.

En este sentido, creo que es importante plantearse la pregunta sobre… que práctica psicoterapéutica es necesaria en este momento social?
La psicoterapia gestalt , y en concreto la aportación a la misma de Goodman, ofrece una respuesta: quizá una clave para la intervención psicoterapéutica (u otro tipo de prácticas como las pedagógicas, las de la intervención social, las clínicas…) descanse sobre un nuevo paradigma que supere la mirada individualista y la desplace al campo organismo/entorno, de forma que aporte un nuevo suelo en que basar el trabajo sobre la RELACIÓN, sobre el CONTACTO con el otro, que sea capaz de apoyar y restaurar la capacidad de enlazarse y de volver a tejer las redes sociales que poco a poco han ido desdibujandose, que apoye el enraizamiento en torno al cuerpo, la capacidad de sabernos sentir en relación. Tal y como afirma Spagnuolo: «La lectura gestaltica del miedo líquido corresponde a un sentir en el que la excitación que debería llevarse al contacto se convierte en energía no definida, falta el reflejar y la contención relacional, el sentido de la presencia del otro, la «pared» que nos permite saber que nos tenemos» («El ahora para lo siguiente en psicoterapia» Spagnuolo, 2011.)
Así pues, desde mi punto de vista, cualquier prestación de servicios psicoterapéuticos (o de otro tipo) que no integre la dimensión relacional no será capaz de ofrecer una alternativa eficaz sanadora en este momento social, o de tejer una propuesta alternativa a la tendencia psicopatologizadora, biologicista e individualista que nos rodea.

Un comentario sobre “SALUD MENTAL LÍQUIDA (2)

  1. Muy interesante este recorrido por la evolución de la psicoterapia… y este final en el que la pared del encuentro es el muro de contención de la vivencia.. justo hace un ratito estaba leyendo un artículo en el que me ha gustado Leer una definición de salud mental Diferente… «Para mí, hoy, aceptando este tiempo de amores y trabajos líquidos, una persona literalmente sana es aquella que tiene la capacidad de mantener sus quejas y malestares en un ámbito privado. Cuando el malestar lo podemos mantener dentro de las redes naturales estaríamos hablando de personas sanas. La familia y los amigos, con su escucha y apoyo, contienen los malestares cotidianos» Cuando ese malestar está contenido en el cuenco de las relaciones, cuando se puede cocinar en la trama de la vida compartida, parece que por ahí esta la salud.. muchas gracias … por la reflexión.

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